Desde que tengo uso de razón, he sentido que soy diferente; extranjera, en cierto sentido. Las personas de mi entorno funcionaban de una forma distinta a como yo lo hacía, y sentía que no había hueco para mí en su mundo, que era, al fin y al cabo, el mundo "normal". Me sentía como un pez fuera del agua, y el aire que todo el mundo parecía respirar con tanta facilidad, a mí me quemaba por dentro.
Uno de los motivos por los que me di cuenta, ya en mi tierna infancia, de la grieta que me separaba de los demás, era lo que durante años he llamado "animismo", a falta de encontrar un nombre mejor. Hoy sé que se llama personificación de objetos. Recuerdo perfectamente la frustración y desconcierto de mis padres. En una ocasión, tenía un globo, de estos de colores que en el kiosco costaban 0'20€, y se me explotó. Yo lloraba inconsolable y recogía los pedazos del globo para intentar, de alguna forma, recomponerlo, mientras mis padres me ofrecían comprarme otro, a lo que yo respondía "no será exactamente el mismo globo". Para mí, los objetos son individuos únicos, irreemplazables y con sentimientos, y nadie a mi alrededor parecía entenderlo.
Día tras día, me enfrentaba al abismo de mi diferencia. Mis amigas jugaban con sus Nenucos en el parque y, en determinado momento, no sé muy bien por qué ni si era lo habitual en este tipo de juegos, decían que el Nenuco había muerto, frente a lo cual, yo, toda traumatizada y de lágrima fácil, cogía a mi bebé y me iba al banco con mi madre. Cómo podían vivir con tanta indiferencia algo que me hacía tanto daño. Incluso tirar un envoltorio de chuches a la basura era doloroso para mí. Sentía como si le estuviera rechazando, o incluso matando. Gracias, papá, por ponerle ya la guinda a esta predisposición natural mía y pasarte media adolescencia mía amenazando con renegar de mí e irte de casa. Era justo lo que necesitaba.
Sentirme constantemente incomprendida me llevó a guardar mi percepción de los objetos en silencio durante años. Daba igual que, tras crecer, supiera racionalmente que no tienen nociceptores ni conciencia (de ahí lo de comer plantas y no animales); no podía evitar empatizar desmesuradamente con ellos. Ver a todo el mundo tratar a los objetos con descuido me destrozaba; no sólo tenía la impresión de que sentía con más intensidad que los demás, sino que tenía una hiperempatía que me conectaba con absolutamente cualquier elemento de mi entorno. Lo único que se libraba era la comida, agradezco que se me haya concedido un mínimo de instinto de supervivencia.
En algún momento, creo que me rompí. Desarrollé algún tipo de barrera que me desconecta de mis emociones; las siento, pero como un eco distante, y muchas veces no tengo plena conciencia de ellas. A veces, incluso, se manifiestan sin yo sentirlas del todo, y me desconciertan. Hay un motivo por el que hace años que llevo flequillo, y no es por estar fashion. Soy un caudal impredecible de lágrimas. Me pasa constantemente el estar hablando de algo que, de alguna forma, me toca de forma más o menos profunda, y conectar de repente con esa parte de mí que lo siente todo con tanta intensidad. Puede pasarme hablando de una serie que me gusta, de una injusticia, o de Platón. A veces, tirando de autoconocimiento, sé anticipar cuándo va a pasarme, pero la mayoría de veces me pilla por sorpresa o, ilusa yo, pienso que no, que esta vez podré controlarlo. Y se me escapan las lágrimas. Y flequillo-cortina que te crió. Me incomoda tremendamente cuando me pasa dando clase, pero no lo puedo evitar. Agradezco enormemente la pretendida indiferencia de mis alumnes.
Mi padre me enseñó que las emociones no deben mostrarse, y me cuesta no sentirme tremendamente vulnerable cuando lo hago, así que me he acostumbrado a sufrir en silencio. Supongo que no me queda otra, si cualquier banal interacción en la vida cotidiana que implique tratar a un objeto como lo que se supone que es me desgarra. Pero al menos aquí, en la letra escrita, creo que merezco mi espacio para romper la quietud, para sacarme las entrañas y exponerlas, para gritar mi diferencia. Estoy cansada de ocultarme en mi lado de la grieta.
Añadir comentario
Comentarios