Contra el Amor Romántico

Desde peques, nos venden que el amor (romántico, por supuesto) es la meta última a la que tenemos que aspirar en la vida. Incluso aunque ya algunas personas hayan superado la noción de la "media narana", conscientes de que somos personas, no retazos, a las relaciones románticas se les sigue dando una centralidad de la que no goza el resto. En ese sentido, me llama mucho la atención la expresión "tener pareja" o "estar soltere", habiendo otro verbo que, en español, refleja bastante mejor la esencia de lo que implican este tipo de relaciones. La pareja, tal como se concibe hoy día, no es algo que se "tiene" o en lo que se "está"; es algo que se es, que configura una de las partes más esenciales de nuestra identidad. Creo que lo más adecuado es hablar de ser-en-pareja.

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Espejismo

En toda conversación, tarde o temprano, acaba saliendo el mismo tema. Tras horas, días o semanas hablando, en algún momento, mi interlocutore hace algún comentario que implica, de forma implícita, que tengo padres, en plural. Es algo que se suele dar por sentado, en parte, debido al arcaico modelo de familia basado en la típica pareja monógama cishetero que conforma el imaginario colectivo, aunque en mi caso, tal presuposición suele venir motivada principalmente por mi edad; soy bastante joven, y aparento todavía menos edad de la que tengo (me fastidia tremendamente que la gente siempre piense que mi hermana de 19 años es mayor que yo). "Mi padre está muerto", suelo responder, a bocajarro. Es un tema que tengo perfectamente asumido y del que me gusta hablar con total naturalidad. Aunque claro, suele crear incomodidad en la otra persona, que no sólo no espera que a mis 25 años sea huérfane, sino que espera menos todavía que escupa esa información sin cariño ninguno. "No pasa nada, está mejor muerto". Y ya lo termino de arreglar.

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"Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos"

Hay frases que retumban durante años, palabras que quedan grabadas indeleblemente en la memoria, heridas que cicatrizan, pero que nunca se cierran. Creo que Albus Dumbledore no erraba al calificar las palabras como una fuente inagotable de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo. Hace apenas pocas semanas que escuché la frase que reza el título, pero lleva resonando en mi conciencia desde entonces, punzante cual flecha clavada en mis entrañas. Imagino que muches podréis imaginar el contexto donde surgió. Fue una frase que utilizó uno de mis primos para, de alguna forma, validar a Ale, a aquella persona que años atrás levantara la mano contra mí.

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