Espejismo

Publicado el 4 de diciembre de 2022, 14:16

En toda conversación, tarde o temprano, acaba saliendo el mismo tema. Tras horas, días o semanas hablando, en algún momento, mi interlocutore hace algún comentario que implica, de forma implícita, que tengo padres, en plural. Es algo que se suele dar por sentado, en parte, debido al arcaico modelo de familia basado en la típica pareja monógama cishetero que conforma el imaginario colectivo, aunque en mi caso, tal presuposición suele venir motivada principalmente por mi edad; soy bastante joven, y aparento todavía menos edad de la que tengo (me fastidia tremendamente que la gente siempre piense que mi hermana de 19 años es mayor que yo). "Mi padre está muerto", suelo responder, a bocajarro. Es un tema que tengo perfectamente asumido y del que me gusta hablar con total naturalidad. Aunque claro, suele crear incomodidad en la otra persona, que no sólo no espera que a mis 25 años sea huérfane, sino que espera menos todavía que escupa esa información sin cariño ninguno. "No pasa nada, está mejor muerto". Y ya lo termino de arreglar.

Conforme más tiempo pasa (me veo aquí tentade de decir "cuanto más maduro", pero no creo que sean lo mismo), menos entiendo el concepto de familia. Y no hablo aquí del prejuicio monógamo cisheteropatriarcal, ni tampoco de mi caso particular como persona que se ha criado en una familia jodidamente disfuncional; me parece una institución opresora y arbitraria.

La sociedad nos repite una y otra vez que la familia es una fuente de amor incondicional y verdadero, y que sólo actúa en tu mejor interés porque quieren lo mejor para ti. Empecemos por lo del amor. La familia no se elige, sino que "te toca"; por lo tanto, los vínculos afectivos no se basan en la personalidad de quienes se vinculan, sino simplemente en la naturaleza de la relación en sí; es decir, los padres (normalmente) quieren a sus hijes por el mero hecho de que son sus hijes. Es un amor basado no en ninguna propiedad intrínseca de la persona (es decir, no quieren a le hije por ninguna cualidad suya en concreto), sino en una propiedad extrínseca (esto es, algo completamente ajeno a la forma de ser de le hije: el hecho arbitrario de haber nacido en esa familia). Por lo tanto, un amor de estas características es vacío por naturaleza, puesto que se basa en aspectos formales y extrínsecos; cualquier persona podría ocupar ese lugar, cumpliendo la condición de "haber nacido en x familia". Cuenta la leyenda que hay familias capaces de querer incondicionalmente de esta forma, es decir, de, partiendo de dicha vacuidad formal, aceptar y apoyar a le hije sin importar el tipo de persona que sea. Sé que hay personas que verán en esto algo reconfortante, pero yo, personalmente, no lo comparto. Aunque este tipo de padres vean a su hije como únique e irrepetible, yo no podría evitar sentirme prescindible, reemplazable, si la cualidad que me hace ser merecedore de amor es de un carácter tan arbitrario. No creo que se pueda valorar verdaderamente a una persona si no es apreciando sus distintas cualidades, y lo veo bastante complicado si éstas quedan en un segundo plano. Francamente, entiendo y respeto que mis tíos, primos y demás no me quieran porque no les guste mi forma de ser. Es recíproco. Lo que no puedo respetar es que me opriman por ello. 

Sin embargo, nunca he visto tal amor incondicionado del que hablaba. Todas las familias con las que he tratado, aunque quieran a sus hijes (hasta cierto punto, "incondicionalmente"), no se limitan a aceptar su forma de ser, sino que les imponen sus expectativas (al parecer, ser obligades a nacer implica contraer una deuda que nos conmina a ser de una determinada forma para pagar por una existencia que nunca pedimos), por lo que dicho amor pasa a ser amor condicionado. Mi némesis. Un insultante oxímoron. No puedes amar algo que intentas cambiar, es totalmente contradictorio; amas la imagen idealizada que tienes de esa persona, y la instrumentalizas y cosificas, como si fuera una muñeca, para transformarla en el retrato que creaste de ella. Camuflar la posesión como amor me parece una de las peores violencias posibles, ya que para manipular a esa persona tienes que romperla, hacerle creer que no es suficiente, y aprovecharte de su fragilidad, de su humana necesidad de aceptación, para convertirla en un monstruo a tu imagen y semejanza. No paro de escuchar que mi padre me quería a su manera. Para quererme así, mejor que no me quiera.

El amor no puede existir sin la libertad. Libertad de dejar a la persona amada ser plenamente, aunque eso implique dejarla ir. Libertad de elegir de qué personas queremos rodearnos, aunque eso implique irnos. Y libertad para decepcionar, para romper con las expectativas con las que siempre cargamos. Es en la amistad, la mayoría de las veces, donde puede rescatarse un concepto de familia más fiel a su significado original, a salvo del espejismo del amor incondicional. Aunque sólo en la decepción puede habitar el ser con plenitud. 

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Comentarios

B.V.
hace 2 años

Me encanta ♡

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